Los indicadores son herramientas que señalan la información que queremos dar a conocer sobre una realidad. La forma en la que conceptualizamos esa realidad, determina qué preguntas nos hacemos sobre ella y qué información haremos visible. Por lo tanto, la construcción de indicadores es una actividad política.
En esta entrada ofrecemos información sobre la construcción de indicadores, y en esta otra algunas reflexiones sobre la construcción de herramientas evaluativas en clave feminista.
La construcción de indicadores es una actividad técnicamente compleja, más cuando se trata de fenómenos multidimensionales, sensibles y fuertemente invisibilizados. Estos son algunos elementos que condicionan los indicadores sobre violencias machistas:
Histórico-sociales: El que las violencias machistas hayan sido consideradas como un hecho natural, a veces incluso biológico, dificulta que los indicadores sean reconocidos como tales y, en algunos casos, que sean comprendidos por la población (por ejemplo, a la hora de responder encuestas). El movimiento feminista ha luchado por visibilizar las violencias y sigue luchando por la forma en la que se visibilizan. Por ejemplo, la naturalización de los comportamientos como típicamente femeninos o típicamente masculinos, suele justificar actitudes machistas a la vez que culpabiliza a las víctimas al considerar sus actitudes o comportamientos como causas de las agresiones.
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Conceptuales: En nuestra sociedad existe un orden de sexo-género patriarcal, binario y heterosexual que determina las relaciones entre hombres y mujeres como relaciones de desigualdad de poder. Además, jerarquiza también la sexualidad y la identidad sexual. En este sentido, si bien la violencia de género ha sido institucionalmente concebida como la violencia que ejerce el hombre sobre la mujer dentro de una relación de pareja (LO 1/2004), el movimiento feminista ha visibilizado muchas más formas de violencia, dentro y fuera de la pareja, y ha incluido no sólo a mujeres sino también a niñas y niños, y a personas del colectivo LGBT+. El feminismo anti-racista e interseccional también ha llamado la atención sobre la necesidad de tener en cuenta otras variables más allá del género, como la clase social, y las desigualdades y discriminaciones que se derivan del racismo y las leyes de extranjería.
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Políticos: Los objetivos planteados y la agenda política determinarán el uso de unos indicadores u otros. Por ejemplo, puede haber interés político en visibilizar hechos individuales y poco en visibilizar el alcance de las políticas que se desarrollan, los recursos y las responsabilidades institucionales. En general, han existido dos tendencias fundamentales: visibilizar los problemas que afectan a las mujeres (violencia, conciliación, etc.) y la transversalidad de género (incluir la variable de sexo-género en los estudios “generales”). Pero faltan modelos más amplios que aborden la construcción de las desigualdades, cómo cambian en el tiempo y por qué, que aborden la revictimización (las violencias que reciben las víctimas al interponer denuncias, acceder a servicios públicos y de atención), que evalúen las respuestas políticas que se están dando en un sentido amplio, desde la atención directa a las víctimas a la prevención y el trabajo por garantizar el derecho de las mujeres y niñas a vivir sin violencia.
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Metodológicos: - Al predominar la perspectiva individualista frente a la estructural, se formulan más preguntas sobre cómo son las violencias y a quién afecta y menos acerca de su reconocimiento social, las respuestas institucionales, el acompañamiento y la reparación de los daños, la prevención y las desigualdades socio-económicas que las alientan. - Dónde se pone el foco supone una gran variabilidad en los indicadores: en la mujer como víctima, en cómo se construye la masculinidad, en la sociedad machista, etc. Poner el foco en el comportamiento de las víctimas lleva a su culpabilización. - Los tipos de indicadores varían también según la fuente u organismo de recogida. En esta entrada detallamos las principales fuentes de indicadores en el estado español. - La gran variabilidad de indicadores existentes dificulta la comparación. - Como ya decíamos, las características del fenómeno que se quiere medir pueden dificultar la interpretación de la prevalencia (concepto propio de la epidemiología y que indica la proporción de personas afectadas en una población). Declarar en una encuesta haber sufrido violencia machista supone saber detectarla, asumir que se ha sufrido y estar dispuesta a exponerse. Si se mide la prevalencia a través de las denuncias policiales, se estará midiendo un porcentaje muy bajo de los casos de violencia existentes (según la Macroencuesta de violencia contra la mujer, de 2019, sólo el 5,4% de las mujeres entrevistadas que declararon haber sufrido violencia por parte de sus parejas interpusieron denuncia). - Existen indicadores con importantes sesgos, como por ejemplo el número de denuncias en comisaría, ya que sólo un bajo porcentaje de hechos son denunciados y además sólo se contabilizan aquellas denuncias que tienen recorrido. No existen datos sobre la violencia institucional recibida en el curso de las denuncias. |
Es importante tener en cuenta, por lo tanto, que los indicadores sobre violencias machistas exigen ser combinados entre sí, contextualizados e interpretados en base a las condiciones en las que han sido producidos.