¿Cuál es la “población de estudio”?
Aquí, como evaluadores/as, nos referimos a todas las personas que “vamos a estudiar” o con las que tenemos que hablar para obtener información.
A las personas a las que van dirigidas las acciones del proyecto, es decir, las personas destinatarias, se les suele denominar stakeholders (usuarios, participantes). Las teorías evaluadoras solían (y en la mayoría de los casos, todavía suelen) poner el en centro a estas personas usuarias, pero no como agentes dentro de la evaluación, con capacidad para tomar decisiones, sino como objetos sobre los que elaborar las preguntas de la evaluación. ¿Quiénes son las stakeholders? ¿Les está llegando el servicio X? ¿A cuántas se ha atendido? ¿Cómo ha cambiado su situación después del programa?
En muchos casos, las evaluaciones se limitan a contar con una encuesta de satisfacción, en la que se pide la opinión de las usuarias de forma muy general con el objetivo de cuantificar el número de personas atendidas.
Pero para analizar más en profundidad diversos aspectos del proyecto (contenidos, diseño, implementación, resultados) necesitaremos recoger mucha más información. Y tendremos que hablar con muchas otras personas: pueden ser los/as profesionales que han diseñado el proyecto, que lo han encargado o que lo financian, los/as que trabajan en él, voluntarios/as y el público destinatario que ha sido definido como tal por el mismo proyecto. Pero también podemos necesitar o decidir tener en cuenta otro tipo de personas, como personas influyentes en el contexto en el que se inserta el proyecto, público indirecto, especialistas en la temática o personas cuya experiencia en el tema es relevante, etc.
Elaborar un mapa que incluya a todas las personas que se relacionan con el proyecto visualizando su mayor o menor cercanía, las relaciones que hay entre las personas, el contexto en el que se mueven, etc. nos ayudará a visualizar quién es quién, quién hace qué, y a decidir qué información necesitamos y quién nos la puede proporcionar.
Sociograma
Una forma visual que ayuda a entender la red de relaciones es el sociograma. En él no sólo vamos a señalar las personas, colectivos o instituciones relevantes para nuestro estudio, sino que vamos a explicar cómo son las relaciones entre ellos y con el proyecto que evaluamos. Podemos indicar las influencias, tensiones, relaciones de poder, así como, la cercanía con el proyecto, el rol en él y el interés.
Los datos más superficiales para el sociograma o mapa social se pueden recopilar consultando la documentación del propio programa. Por ejemplo, podemos hacer un listado de las instituciones y colectivos que tienen que ver con el programa, distinguiendo si son entes oficiales o entidades cívicas, y qué relación tienen con el proyecto: si son financiadores, ejercen rol de control o observación (oficial, en este caso), si son promotoras, realizadoras, beneficiarias, público destinatario o accidental, prensa, etc.
Por otro lado, más a nivel micro, podemos establecer los actores implicados y/o influyentes en el contexto social en el que desarrollamos las acciones del proyecto: usuarias/os, trabajadoras/os, asociaciones de vecinas/os, prensa local, agentes clave del entorno (aquellas personas que son referentes para una comunidad o colectivo, ya sea por su posición de poder, por su antiguedad y acumulación de información, por el respeto que suscita en las/os miembros de la comunidad, etc.).
Podemos elegir formas o colores para distinguir administración, servicios públicos, entidades que prestan servicios, asociaciones y colectivos o grupos informales. O bien, desarrollar el mapa en diferentes niveles: político, técnico o ciudadano.
Las relaciones entre los diferentes agentes se pueden dibujar de forma diferente según sean: relación de dependencia, relación débil, relación fuerte, conflicto o relación de alianza.